Tigre - Un poco de historia.

Vacaciones, Lugares

Origen del nombre En la zona del Partido de las Conchas e islas, existían yaguaretés (tigre americano), que perseguían sigilosamente a los ciervos que abundaban en la zona y los cuales buscaban refugio, cruzando el río a la ribera opuesta, donde generalmente les daban muerte.
Habitaban cazadores, pero una pareja - hombre y mujer - muy mentados por su habilidad para darles caza sin que pierda valor su cuero, los atrapaban utilizando una canoa muy primitiva, que con destreza hacían navegar silenciosamente esperándolos en tierra firme. Con el brazo izquierdo envuelto en un trapo y en el derecho el cuchillo, los enfrentaban y de acuerdo al salto del animal, se corrían por debajo de éste y dirigían el puñal al corazón, volcándose hacia la izquierda.
Algunos yaguaretés se habían refugiado cerca de lo que actualmente es la estación del ferrocarril y ésta pareja les dio caza no sin antes tener como trofeo muchas marcas de sus garras en el cuerpo. De allí proviene el nombre de Tigre, que primero se le dio a la planta urbana y que actualmente lo lleva todo el Partido.

Hacia finales del Siglo XVIII, en forma espontánea, en la desembocadura del Río de Las Conchas, comenzó a formarse un caserío que pasó a ser conocido como Puerto de Las Conchas. Era un lugar bajo, tentación de las aguas en creciente, y éstas, no tardaron en inundarlo haciéndolo desaparecer en 1805. Si bien el lugar se repobló en poco tiempo, el puerto fue trasladado en dirección a la desembocadura del riachuelo de Las Conchas. Otra sudestada, que provocó una creciente entre el 19 y el 20 de junio de 1820, se llevó el pueblo con más de un centenar de sus almas, y abrió definitivamente un nuevo curso fluvial, transformando el insignificante arroyito del Tigre en un cauce capaz de recibir las naves que hasta entonces hacían puerto en el río Las Conchas, que el Tigre desangró de su caudal.

El río viejo no desapareció, pero quedó impracticable y su puerto languideció, pues además de haber aparecido otro mejor, la península donde se encontraba se había transformado en una isla.

Pero había nacido Tigre. Una polémica comenzó entonces entre los vecinos de Las Conchas, partidarios del nuevo puerto que reclamaban un puente para carretas sobre el nuevo río para alcanzar la nueva isla, y los vecinos de San Fernando que defendían el canal artificial hasta su pueblo.

Una vez más, los vecinos de Las Conchas sufrieron un revés, pues se decidió por la construcción del canal. El vecindario de Las Conchas se resignó a construir un veredón o terraplén que asegurara las comunicaciones en todo tiempo con San Fernando y Buenos Aires. El terraplén llegó hasta el canal, en cuya excavación se dice que trabajaron los prisioneros tomados en las invasiones inglesas.

El hecho es que ya en 1827, a raiz de la guerra con Brasil (que tenía una flota en el Plata), el gobierno de Rivadavia prohibió ‘los desembarcos por otros puntos que no sean los de los Conchas, Tigre y Canal de San Fernando’.
Hay una interesante descripción de la comarca visitada en 1828 por el naturalista francés D’Orbigny, quien al regreso de una expedición al Chaco desembarcó en Conchas por temor a los corsarios brasileños. ‘… Recorrí la aldea de las Conchas, la que es por su aspecto como una de esas pequeñas aldeas del Sena, y se extiende a lo largo del río Las Conchas. Se compone solamente de casas donde se expenden diversos artículos caros y ordinarios y bebidas llamadas para marineros, quienes los frecuentan. Una fila de barcos ocupa las riberas fangosas del río, sobre el cual están situadas las casas colocadas sin orden, en medio de huertas, bosques y de tierras inundables a tal punto, que las grandes mareas del Plata, que frecuentemente tienen lugar, se ven en la necesidad de andar en canoas de una a otra casa’.

Es de tener en cuenta que la Ciudad de Bs As necesitaba la madera y las frutas que de las islas llegaban, y en ese entoces el acarreo era a caballo y todos caminos de tierra. En este entorno nace el verdadero Puerto de Frutos.
Se accede a él por la calle Sarmiento en dirección al río Luján. Posee tres amplias dársenas.
El Delta antes de volcarse al Río de La Plata, el Paraná inventa un vasto sistema de islas en el que tierra y agua se confunden en una misma fuerza aluvional.

A fines del siglo XIX y principios del XX, todo este escenario se definió mayoritariamente europeo y como tal, muy próspero. Surgieron los isleños, muchos de origen italiano (piamonteses y genoveses) dedicados a las actividades frutihortícolas y maderera, al mimbre y al formio...Entreverados con ese modo de vida tan particular, tambien estaban los urbanos y sus casa-quintas de fin de semana, gente rica, intelectuales y burgueses cultos de buen pasar económico.

El Delta fue conspicuo, olvidado y vuelta a resucitar. Su renacimiento lo reubica en la mira de los seres ávidos de aire puro, agua y sol, que son multitud. Pero no todos buscan calma chicha y horas de silencio interrumpido, o la acción en la saludable actividad del remo y la navegación a vela. Cruceros, esquí acuático y sobre todo las ruidosas motos de agua compiten por demostrar quién ejerce su poder sobre el río. Por suerte, hay para todos los gustos y basta con alejarse de los ombligos de la movida. (Lujan, Sarmiento, San Antonio, Capitán...todo lo que engloba la I sección, hasta el Paraná sin cruzarlo) para dejarse envolver por la paz del delta. A la sombra de las causarinas, el cipres calvo, un sauce llorón.

Escudo de tigre El escudo original es una obra realizada directamente a cincel sobre chapa de bronce. Su creador -el artista plástico tigrense Juan Carlos Moretti-, reunió en el mismo, a modo heráldico, todos los elementos simbólicos del lugar.
Es de forma oval y está dividido en tres campos. El superior, que abarca la mitad de la superficie, muestra al yaguareté , animal que abundaba en la localidad, según datos aportados por sus habitantes, es el que más tarde dio origen al nombre de la ciudad y del río que la cruza. Los árboles que bordean el río representan la fertilidad, que propicia una de las principales riquezas del lugar.
La mitad inferior, dividida a su vez en dos sectores, muestra a la izquierda las fábricas y herramientas que son patrimonio del hombre de bien, iluminadas por el sol naciente como símbolo de prosperidad que corona el esfuerzo. A la derecha la variedad de frutos representan la abundancia de los mismos. Todos éstos elementos orlados por la flor de ceibo -llevada por primera vez a la heráldica del país- que a entender del artista, habla por sí misma de nacionalidad, ya que crece sola y agreste a orillas de nuestros ríos.
Todo enmarcado por los pliegos del pergamino , como símbolo de la antiguedad del lugar. Fue aprobado como escudo oficial del Partido, por la Ordenanza Municipal N 650/52 de fecha 3 de octubre de 1952.


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